viernes, 17 de abril de 2009

Lengua de supervivencia

Francés, inglés, alemán, italiano... todos ellos me sirven para comunicarme en esos países. Es paradójico viajar y hablar en el resto del mundo, mientras en mi ciudad me explotan las palabras por dentro. Conozco gran mayoría de las del diccionario. Sin embargo, es extraño, nadie parece entenderlas. Ellos funden mis palabras en una sola etiqueta, cada uno fabrica la suya: LOCA, PENA, LÁSTIMA... Cargo en silencio con todos esos carteles mientras pienso MIEDO. Una vez más el miedo es mi carcelero. Oigo que mis palabras suenan, no estoy sorda y ellos tampoco. Me oyen. Mi voz les llega en forma de grito silencioso de auxilio. Nadie escucha el grito de socorro que pronuncio en cada una de mis forzadas sonrisas. Necesito una salida. Atrapada en un laberinto sin salida, me esfuerzo por pedir ayuda, es inútil.
Mi única escapatoria es volver por donde entré, volver a ser todo aquello que un día fui. Ladrona de sonrisas, maestra de las bromas, seria únicamente por obligación. Para ello, debo empezar por escucharme a mí misma. Gritarme por dentro cánticos de ánimo y palabras alentadoras. Esta es pues mi forma de hablarme. Es cierto que estoy coja, mi amor propio me abandonó hace tiempo. Apoyada en el bastón de la gente que me escucha, voy a levantarme, voy a andar y voy a dejar sorda a mi alma gritándole al oído: ¡¡¡YO TAMBIÉN MEREZCO SER FELIZ!!!


A mi buena amiga Paula. Espero que esto le sirva de empujoncito para superar todos sus obstáculos.

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